Hoy dejamos a un lado la felicidad que supone criar a dos bebés para hablar de algo muy triste. Siento que tengo que escribir sobre ello porque es una parte importante de mi vida, que me cambió en muchos aspectos, que me hizo madurar. Antes de tener a Zipi y Zape estuve embarazada tres veces, y las tres terminé con el alma rota, los brazos vacíos, y el corazón rebosando amor que ya no tenía a quién dar, o no al menos de la forma esperada.
En esta ocasión quiero centrarme no en quien lo sufre, sino en quienes están a su alrededor. Porque tarde o temprano, todos nos vamos a encontrar de frente con alguien que acaba de pasar por una pérdida gestacional: una amiga, un familiar, una compañera de trabajo, una vecina… Por desgracia es algo que sucede a menudo, pero por muy frecuente que sea, no es menos doloroso y muchas veces las cosas que se dicen para intentar «consolar» son bastante desafortunadas… Lo he vivido en propias carnes.
Cada persona que lo sufre reacciona de manera diferente, con mayor o menor intensidad, dándole más o menos importancia, pero todos al fin y al cabo acabamos pasando por un duelo, más o menos largo, más o menos intenso. Como es difícil saber de primeras cómo lo está viviendo la persona que tenemos delante, es posible que muchas veces, en nuestro afán por animar, digamos alguna «frase de libro» desafortunada, que consigue el efecto contrario al deseado.
Frases como «la naturaleza es sabia», «mejor ahora que más adelante», «para tener un hijo enfermo, mejor así», «eres joven, ya tendrás más», y otras tantas, pueden servir de consuelo a algunas madres, pero a otras muchas no, las hunden más aún. Aunque todas ellas se pronuncian con la mejor intención, muchas veces se dicen por ignorancia, otras por falta de empatía o por hablar sin pensar realmente en lo que se está diciendo. Pero en todos los casos hay siempre un componente de quitar importancia a lo sucedido, de no enfrentarse al dolor de la otra persona.
Suele ser bastante común medir la importancia o el dolor por lo sucedido conforme al número de semanas de embarazo. A más semanas, mayor es el drama. Evidentemente no es lo mismo una pérdida temprana que una tardía, son situaciones diferentes, despedidas diferentes, hay un componente físico diferencial importante. Pero el dolor no se puede medir. Una pérdida de 8 semanas tras varios años de búsqueda o de un sinfín de tratamientos de fertilidad fallidos, o después de una o varias pérdidas anteriores, ¿realmente es insignificante sólo por tener pocas semanas de gestación? Pero no hace falta llegar a estos extremos, hay mamás que han perdido su primer embarazo, logrado con facilidad, en las primeras semanas, y se sienten hundidas, devastadas y fracasadas, y nadie puede ni debe quitar importancia a su dolor.
¿Y qué decir, entonces, a alguien que ha perdido un bebé? Pues NADA. Es suficiente con un «lo siento» desde el corazón. No necesitamos consuelo, porque no lo hay. Sólo necesitamos un hombro en el que llorar. Un «¿cómo estás?» sincero. Una oreja gigante que nos escuche cuando nos apetezca hablar del tema. Y paciencia, mucha paciencia para entender nuestros cambios de humor, nuestros rechazos a última hora de un plan perfecto para el día, nuestra, en ocasiones, falta de entusiasmo ante los embarazos y nacimientos a nuestro alrededor… Y tiempo, necesitamos tiempo para cicatrizar heridas, para vivir el duelo sin prisas, cada persona vive sus penas a su manera, sabe cómo funciona su cabeza y qué le va mejor. Y respeto, no necesitamos que se minimice nuestro dolor. Es evidente que siempre puede haber una situación peor que la que estamos viviendo, pero de verdad no hace falta que nadie nos lo recuerde. En fin, necesitamos mucho, demasiado. No es fácil acompañar a un persona en duelo. Pero sí es fácil no meter la pata.
Te dejo el enlace a un folleto con una serie de pautas de actuación frente a alguien cercano que ha perdido un bebé (está hecho en formato tríptico, para imprimir a doble cara, por lo que para seguir el orden de lectura, fíjate en el número de página que aparece en la parte inferior de cada bloque. Si alguien quiere el archivo en pdf, se lo puedo enviar por email). Lo ha escrito Ana Alonso, mamá de Alejandro, un bebé que se puso las alitas en la recta final del embarazo. Ana ha dedicado mucho tiempo a la investigación y apoyo de la muerte gestacional y perinatal, y este folleto resume a la perfección cómo acompañar a unos padres en duelo. ¡Gracias Ana!
Folleto para familiares y amigos de padres que han perdido un bebé
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Pues sí, tendemos a hacer de psicólogos cuando nadie nos lo pide y a menudo lo hacemos mal. Utilicemos un poquito más el sentido común y la empatía, poniéndonos en su lugar.
Un abrazo
Hola Belén:
Sí en cierto modo nos sentimos obligados a decir palabras de consuelo, pero muchas veces con poco acierto. Porque las palabras que se usan son de libro, pero cada persona es diferente y lo vive de forma particular y no srven las mismas frases para todo el mundo. Por eso es mejor no decir nada, pero a la vez estar ahí. No es fácil.
Como bien dices: sentido común.
Un beso