Nunca he sido yo de amores a primera vista. Ni siquiera cuando conocí a mi Pantuflo me imaginé que era la persona con la que algún día desearía pasar el resto de mis días…
Cuando nacieron Zipi y Zape, que ya previamente sabía que iban a ser los hombres de mi vida (con el permiso de Pantuflo y de mi hermano y mi padre), yo por más que lo intenté… nada, ni fuegos artificiales, ni un mísero volador… Fue un parto complicado que expliqué en esta otra entrada. El encuentro, en realidad, se produjo 24 horas después, porque estuvieron en neonatos y no me dejaron bajar antes a verlos. Y cuando por fin pude sostenerlos en brazos… Nada… Sentí una necesidad muy fuerte de quedarme allí pegada a sus cunitas, de no separarnos nunca. Tenía que protegerlos, eran mis cachorrillos. Sin embargo, amor, lo que se dice amor…
no apareció por ningún lado. Y los sentí dos extraños. Ni siquiera me parecieron los bebés más bonitos del mundo (por no decir que ni me parecieron bonitos, pero esto no lo pongo, que como que no queda muy bien).
Cuando nació Tamagochi los sentimientos fueron parecidos, aunque como no iba con ninguna expectativa fue todo más fácil. Una vez supe que el peque estaba bien, y que la cesárea no se había complicado, me invadió una pereza infinita. De repente fui consciente de todo lo que había olvidado del parto y postparto anterior (por lo que las mujeres repetimos maternidad) y que aún me quedaba por delante… Y no quería volver a pasar por todo aquello, yo sólo quería estar en mi casa, junto a mis cuatro hombres, un mes después, cuando ya volviera a ser persona y hubiera dejado de llorar. Me subieron en seguida a la habitación, donde ya estaba Tamagochi. Pantuflo acunaba en brazos al pequeño con una sonrisa de oreja a oreja. Nunca olvidaré su mirada embelesada, el amor infinito con el que sostenía al chiquitín, la euforia que lo embargaba. Y, lo más sorprendente, que me parecía extraño, como si no entendiera sus motivos para sentirse tan dichoso, porque yo no me sentía así para nada…
Supongo que el hecho de que mis tres hijos nacieran por cesárea tiene mucho que ver con esta falta de entusiasmo inicial. Ninguno de los dos partos fue ni bonito, ni idílico ni romántico. No me enamoré de mis hijos nada más conocerlos. Los sentí tres desconocidos a los que tenía muchísimas ganas de conocer y con una necesidad imperiosa de proteger. Y ya…
Pero que nadie sienta pena por mí. No he vivido estas dos experiencias como traumáticas, ni tengo ningún resquemor interno cuando hablo de ellas. Al contrario, las recuerdo con mucho cariño.
Tengo la inmensa suerte de saber lo que es ser madre, de poder estar día tras día junto a mis hijos, que me tienen robado el corazón. ¿Me hubiera gustado no pasar por las cesáreas? Sí ¿Puedo hacer al respecto? No. Así que me niego a sufrir por esto, no merece la pena.
La maternidad es una maratón muy larga. Lo ideal es que haya fuegos artificiales a la salida, quedará una foto muy bonita para el recuerdo (a mí me habría encantado experimentar ese subidón). Pero si no, no hay nada perdido, aún tenemos muchísimos kilómetros, todos los kilómetros de hecho, por delante para hacer una carrera memorable. Ese flechazo que no sentí la primera vez que sostuve a mis hijos en mis brazos, lo experimento a diario, en cada beso, cada caricia, en cada avance que hacen en su desarrollo y crecimiento.
Y escribo todo esto porque de vez en cuando conviene recordarme (aunque ya lo sepa) que no soy menos madre, ni quiero menos a mis hijos, por no haber sentido un flechazo la primera vez que los vi.
Latest posts by Ana Tresguerres (see all)
- El curso de preparación al parto cuando esperas gemelos - 11 septiembre, 2019
- De la nube azul a la nube gris.. y vuelta - 4 febrero, 2019
- Abdominoplastia: 365 días después - 16 noviembre, 2018
Gracias por compartir un bello post, me siento muy identificada, soy mamá de mellizas y he sentido lo mismo, saludos y suerte
Hola!
Muchas gracias por comentar, me alegra que te haya servido el post.
Un abrazo
He llorado leyéndote. Soy la mamá de la Trillizas.
Suscribo cada palabra y sentimiento. No me enamoré de ellas al verlas, las sentí compañeras de vida. A día de hoy las quiero desde la razón, cosa que me hace sentir fatal cuando veo pues Amatxus con ese fervor. Mi parto también fue cesárea y tenía mucho miedo, no fue traumático y también tarde en verlas.
Gracias por encontrarte.
Un abrazo
Hola Laura!
Gracias por dejarnos un comentario.
Y no te sientas mal, cada una lo vivimos a nuestra manera y no hay ninguna que sea mejor o peor.
Os admiro tanto tanto tanto a las madres de trillis… ¡Un olé por ti!
Un abrazo, nos seguimos 😉
Cuando nacieron mis mellis de 31 semanas, por cesárea y anestesia raquídea los vi unos segundos y se los llevaron. Recién pude volverlos a ver 30 horas más tarde a través de una caja de vidrio llamada incubadora. No lograba relacionar esas hermosas pataditas en mi panza con esos dos chiquitos de 1300 grs cada uno. Luego de 10 días recién pude cargarlos y recién ahí los empecé a sentir parte de mi. Hasta ese momento sentía mucha ternura y ganas de protegerlos pero me costaba vincular lo hermoso del embarazo con esos dos peques tan necesitados de protección. Nuestra relación fue creciendo día a día. Hoy tienen 5 meses y son la luz de mis ojos. Hermosa tu entrada. Lo real es real y viene bien saber que a otros les pasa lo mismo. Un fuerte abrazo.
Hola Chiru!
Enhorabuena por tus peques, me alegro de que estén bien.
Gracias por compartir tu historia.
Un abrazo
Olé, Olé y Olé por esta entrada valiente, sincera y REAL como la vida misma. Gracias por hablar bien alto y romper tabúes. Eres una gran mamá. Un beso grande!
Muchas gracias Pili!
Oye que me encanta tu proyecto! Espero que te vaya fenomenal.
Tienes un blog muy bonito.
Un besote
Ay Ana, ¡menos mal que alguien dice algo con sentido respecto a la maternidad!. Me siento totalmente identificada contigo. He de decir que tanto mis embarazos como los partos fueron estupendos (bueno,el embarazo de los gemes asi asi, pero eso es otra historia), tampoco vi fuegos artificiales ni me embargó una pasión desmedida como en las fotos de IG (ayyy cuánto daño ha hecho…;)). También soy más hormiguita, paso a paso se hace el camino. Y les adoro, y cada día más. Pero ese amor a primera vista…bueno, sí, en realidad es amor. Lo que sentimos las dos era amor. Pero suavecito..
Un saludo
Hola Rocío!
Sí tienes razón, puede que sea amor, no como esperábamos, pero no por ello menos amor 😉
Gracias por comentar
Un abrazo