Qué alegría poder decir al fin: ¡QUÉ BIEN SE ESTÁ EN LA PLAYA CON LOS MELLIZOS! Han tenido que pasar 21 meses y varios intentos estresantes para poder gritarlo a los cuatro vientos.
Vaya por delante que todo lo que cuento en este post es porque mi concepto de playa equivale a playas extensas, mar abierto y bastante bravo: nací en tierra del Cantábrico (Asturias, aunque en el interior) y vivo en medio del Atlántico (Gran Canaria). Probablemente si lo que te pilla más a mano es el Mediterráneo, tu experiencia sea completamente diferente.
La primera vez que nos llevamos a los niños a la playa tendrían unos 10 meses. Si a las pocas ganas que ya tenía yo le sumamos el factor «primerizo», aquello parecía una feria. Creo que tardamos más en prepararnos que el tiempo que realmente estuvimos allí. Los niños aún gateaban, por lo que resultaban más o menos controlables. Fuimos temprano, aún no había mucha gente. Haciendo balance la excursión fue agotadora pero divertida, ración de arena extra incluida en la comida de los peques. No obstante, a pesar de que lo pasamos bien, no me pareció una experiencia para repetir en el corto plazo.
Pero llegó el verano y nos vimos «forzados» a volver. Creo que después de aquella primera incursión vinieron otras dos. Cada cual más pesadilla. Cuando los niños ya caminaban, aquello se convirtió en un suplicio para mí. Qué te voy a contar que no sepas: persecuciones para poner la crema de protección, atracones de arena, cada uno corriendo para un lado sin mirar atrás, se iban al agua de cabeza a la mínima, tenía que ponerles el gorro cada cinco minutos porque literalmente se lo arrancaban de la cabeza y, por supuesto, nada de sentarse a jugar con el cubo y la pala, o a hacer castillos de arena. Yo miraba a otros bebés tranquilamente sentados con sus papás y no entendía qué estábamos haciendo mal nosotros. Además, aparentemente la única que se estresaba era yo. Cuanta más gente nos acompañase peor era la situación, más relajado y despreocupado estaba todo el mundo a mi alrededor (papá incluido), y yo sin parar corriendo de un lado a otro intentando mantener al pequeño ejército a raya. Y me miraban como si estuviera loca. Y yo de mal humor, mascullando entre dientes «¿por qué demonios alguien puede pensar que esto es divertido?»
La cuarta excursión ya fue un poco mejor. Fuimos los cuatro solos. Yo estaba más relajada, tardamos menos en preparar las cosas y lo hicimos de forma más eficiente, así que llevamos pocos bultos y no faltó de nada. Los niños aún seguían yéndose al agua de cabeza, pero al menos ya no se dieron un banquete de arena y conseguíamos que se sentaran a jugar durante más de 2 minutos seguidos. Fuimos con lo imprescindible y ni siquiera llevamos el carrito (tiramos de portabebés). Fue el comienzo de «disfrutar» de la playa.
Por fin, con casi 22 meses de zagales, pude decir que la experiencia empezó a ser gratificante. Nuestros hijos ya se sientan en la arena a hacer castillos, no se escapan, juegan en la orilla apaciblemente uno junto a otro, se lo piensan muy mucho para meterse en el agua, no se quitan el gorro, se les ve felices y relajados. Y lo mejor de todo, a la vuelta están hechos polvo y duermen como dos marmotillas. Así que sí, ahora de verdad puedo decir: qué maravilla es ir a la playa con los gemelos.
Aquí te dejo el listado de lo que nosotros tenemos en cuenta para disfrutar de un día en la playa (nos cabe todo el «equipaje» en una mochila y la bolsa de paseo):
- gorros;
- crema solar;
- camisetas de sobra (o varios trajes de lycra o neopreno específicos para bañarse: les protegen del sol y les mantienen calentitos si hace un poco de brisa);
- set de cubo y palas
- bolsas de plástico en abundancia, para meter la ropa mojada, la basura, etc.
- toallas con capucha;
- si les toca comer o merendar (cosa altamente probable) yo no me complico: tarritos y yogures o frutas de fácil consumo, como el plátano (de Canarias, of course) o mismamente la comida del chiringuito en el que comáis vosotros;
- para no tener que llevar sombrilla (es un tema personal, odio cargar con este artilugio): evitar ir de 12 del mediodía hasta las 4 de la tarde, o al menos no durante todas estas horas, que es cuando el sol castiga más;
- chequear las mareas, para aprovechar e ir cuando está baja (si estás en el Mediterráneo esto no supone un problema, pero en el Cantábrico y el Atlántico la diferencia con marea alta y baja es abismal);
- ganas de pasarlo bien
Lo último de la lista es para mí lo más importante.
Y tú, ¿disfrutas en la playa con tu par?
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Cuando tenemos un bebé, estamos siempre preocupados de que no nos falte nada en la bolsa de viaje, en la de paseo o en la mochila del cole, ya que nos preocupamos por su bienestar y siempre queremos lo mejor para ellos. Lo ideal en estas ocasiones, es hacerse una lista con todo lo necesario para poder disfrutar plenamente de las vacaciones.
Hola! mis mellizas tienen 18 meses y hemos ido a la playa solo una vez porque fue una locura, solo duramos 15 minutos porque ninguna quería acercarse al agua y una de ellas ni siquiera pisar la arena, llorando sin parar después de todo lo que montamos para ir…también ibamos con mis padres (lo que nos pone más nerviosos a todos la verdad) así que la próxima vez intentaré seguir tus consejos al ir o esperarme al verano que viene que serán más grandes, jeje. Un besazoo
Hola Lydia:
Gracias por comentar y contarnos tu experiencia.
Yo también me he sentido siempre más relajada cuando hemos ido el papá y yo solos con los niños.
Paciencia y ya verás que algún día disfrutaréis mucho (este verano, el próximo o dentro de tres, llegará… ^_^)
Un abrazo ??
¡Uyyy! De aquí a que podamos pisar la playa va a pasar un buen tiempo… De momento montaña y piscina. Me ha encantado lo de las bolsas de plástico y la sombrilla, jajaja.
¡A seguir disfrutando, vosotros que podéis! Besos
Hola Belén!
Montaña y piscina es un planazo, vais a disfrutar mucho al aire libre este verano.
Es que con la sombrilla no puedo… Nunca la he utilizado, ahora menos que hay que multiplicar bartulos.. Prefiero ir poco tiempo y a horas en que no casque el sol, con tal de no cargar con ella.
Un beso!
Ana