Historia
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Leve: los padres afectados por esta modalidad pasan desapercibidos, porque o bien han tenido bebés siempre cerca, o son así de panchos por naturaleza. Son capaces de hacer vida social durante el primer año y pueden mantener una conversación durante media hora seguida sin hablar de su/s retoño/s. Sólo manifiestan algunos de los síntomas, y en grado leve;
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Moderado: aunque los padres afectados por este grado son conscientes de que al mundo no le interesa la vida de sus hijos ni sus aventuras familiares, son incapaces de no hablar de ellos cada cierto tiempo a lo largo de una conversación. Presentan varios síntomas ;
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Agudo: se dan todos y cada uno de los síntomas, de forma muy intensa.
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Exclusividad: sensación de que nunca nadie antes ha pasado por lo mismo que tú;
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Agobio: no sabes cómo organizarte para ir al baño o darte una ducha, o preparar la cena, y te agobias… mucho;
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Pánico escénico: no puedes quedarte sol@ con el/los bebé/s “por si pasa algo”;
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Fragilidad: crees que el bebé se va a romper en cualquier mal movimiento tuyo;
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Síndrome del “túnel negro”: te parece que nunca más vas a volver a dormir una noche entera, ni tener conversación con tu pareja cuyo objeto no sea la puericultura, ni vas a volver a ponerte ropa normal, maquillarte, peinarte o ponerte pendientes colgandejos;
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Monotemismo: das por supuesto que todo el mundo necesita saber las horas que duerme/n tu/s hijo/s, sus gorgoritos, lloros o cólicos, porque, debido al primer síntoma descrito (exclusividad) crees que nadie ha pasado por lo mismo que tú y necesitas compartirlo con el mundo para que sepan lo que hay;
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Escatologismo: la caca de tu/s hijo/s se convierte en un tema de conversación capital;
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Síndrome de la diana: eres el blanco de todo tipo de consejos que te ponen la cabeza como un bote, porque además los mensajes son contradictorios. Cuando tienes el segundo hijo también te dan consejos, la diferencia es que tienes la habilidad de que no afecten a tu autoestima;
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Síndrome del mea culpa: tienes la sensación constante de que lo haces mal, porque siempre habrá alguien o alguna teoría que afirma que las cosas no se hacen como las estás haciendo. Crees que todo lo que le pasa a tu bebé (cólicos, tomas muy seguidas, catarros) es culpa tuya porque no lo estás haciendo bien;
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Desnaturalización (o también pérdida de la noción de instinto pa-maternal): no entiendes como se ha hecho toda la vida para criar hijos sin todas las teorías, libros, cursos y cachivaches que hay hoy en día, y agradeces que tus hijos hayan nacido en el siglo XXI;
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Síndrome del viajero: eres incapaz de salir de casa sin meter 3.000.000.000 de cosas en la bolsa de paseo;
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- Asepsia: los gérmenes se convierten en tu peor pesadilla, desarrollas visión microscópica que te permite verlos en todas partes. Esto te lleva a lavarte las manos 30 veces al día y pertrecharte de un esterilizador más o menos sofisticado que termina más quemado que la pipa de un indio. Esterilizas chupetes, biberones, y todo lo que entre en contacto con los bebés, al menos 3 veces al día. Y tú no te metes en el esterilizador porque no cabes;
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Diógenes consumista: Hay que tener de todo lo que sale en el mercado, lo último, lo más… todo lo que viene en el anuario del bebé. Y si vibra, tiene luces, o lo han calificado como el gadget de la puericultura del año, mejor que mejor. El portatazas para la sillita de paseo, la capota de verano, la de invierno, la de entretiempo. El cambiador, la hamaca, la cuna, la cama para cuando tenga 6 años, la cama para cuando tenga 12, la cama para cuando tenga 24, y la mesa de estudio a juego.
Pronóstico
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