Ya comenté en esta entrada de hace un tiempo que Zipi y Zape no se iniciaron en el mundo de la cuchara con muy buen pie… Ahora están próximos a cumplir cuatro años (¡ay Dios! ¿por dónde ha pasado este tiempo?) y casi casi comen lo mismo que nosotros sus padres. Pero debo reconocer que aún de vez en cuando tengo que preparar su comida aparte. Ha sido un camino arduo, en el que un día decidimos dejar de agobiarnos y todo empezó a fluir e ir mejor.

No sé si existe la fórmula ideal para que los niños coman de todo y prueben gustosamente alimentos nuevos, sean del color que sean. Hay quienes dicen que el Baby Led Weaning es mágico (por favor, ¿alguna familia con gemelos que lo haya utilizado que levante la mano y nos cuente su experiencia?). Hay quienes dicen que purés y déjate de rollos, que así «nos hemos criado todos» . Yo no sé… No creo que el comer bien o mal sea algo aleatorio, sino que somos los papás los principales responsables de la relación con la comida de nuestros hijos en estas primeras etapas de su vida (insisto, de su relación con la comida, que no de sus gustos). Y creo que en parte soy responsable de estos sinuosos inicios en el mundo de la comida adulta, ellos no tienen ninguna culpa. Y os voy a resumir en cinco puntos por qué:

Las prisas: fue decirme que «podían» empezar a comer purés, y allá que me lancé a meterles ingentes cantidades de alimento, pretendiendo que se terminaran el cuenco de puré. En seguida quise sutituir una toma de biberón por una de comida «sólida». El no haber logrado dar el pecho me supuso en su momento un trabe importante (ya superado a Dios gracias). Sentía que cada vez que les preparaba un biberón, poco menos que les estaba envenenando (sin comentarios…). De tal forma que cuando les tocó empezar con los sólidos, me las prometí yo muy felices porque ahora sí «sabía» lo que les estaba dando. Y venga a llenar la nevera y la despensa de productos ecológicos… Bufff… Y encima pretendía que de un día para otro comieran todo lo que yo les quería dar… ERROR…

– Seguir a rajatabla las indicaciones del pediatra, con esas listas interminables de alimentos y su consiguiente orden de introducción: está muy bien que orienten un poco sobre lo que puedes empezar a dar a tus hijos, pero esos listados con instrucciones de la hora, día, y minuto de lo que toca comer… Como que no… Aparte de generar un estrés añadido, son totalmente innecesarios. Sólo hace falta un poco de sentido común, sentido que los progenitores de gemelos a veces tenemos ligeramente anestesiado por el cansancio extremo y el caos que impera en nuestras vidas;

Perder de vista el objetivo (o no haberlo tenido nunca): la leche (materna o sucedáneo) es el principal alimento durante el primer año de vida. Todo lo demás es alimentación complementaria. Su finalidad es que los bebés vayan probando y conociendo texturas, formas y sabores. Pero lo que realmente necesitan es la leche. Entonces, teniendo esto en cuenta, ¿Qué es lo que queremos lograr? ¿Que nuestros peques se coman un cuenco de puré más grande que su cabeza? ¿O que aprendan a comer en familia, a disfrutar del rato de la comida, a probar cosas nuevas y a saborear la vida, y para engordar, ya tienen la leche?

– El estrés: o lo que viene siendo perder los nervios cada vez que no querían meterse la cuchara en la boca. Y es que tener frente a ti a dos peques de la misma edad que no entienden qué es y para qué sirve una cuchara, y te hacen la cobra cada vez que quieres introducirla en su boca, genera un nivel de ansiedad importante. Esto provocó que la hora de la comida fuese de todo menos relajada y placentera;

– Ese maravilloso aparato con nombre alemán que trocea, pica, emulsiona, cocina, y te hace unos purés finísimos sin medio grumo ni el más mínimo tropezoncito. Hay muchos niños que se han criado con esos purés y no ha pasado nada. Pero hay otros muchos, como mi pequeño Zape, al que hay que colarle hasta el zumo de naranja porque si encuentra algo que no sea de la misma textura, directamente lo vomita.

Ahora con tres años y medio, y después de hacer mucho ejercicio de mentalización y relajación, hemos logrado tener comidas agradables y relajadas, comiendo todos lo mismo, ¡y sin triturar! Simplemente he aprendido mucho de la vivencia y quería compartirlo con vosotros por si os puede servir de algo.

Por último, os dejo con este vídeo de un pediatra que a mí me encanta (y a Pantuflo todo lo contrario). Es un poco largo pero creo que merece la pena verlo, desde luego para mí fue revelador y ojalá lo hubiera tenido a mano antes de empezar con la introducción de la alimentación complementaria con Zipi y Zape. Me lo habría tomado con mucha más tranquilidad, menos cuadrícula y más humor. Al menos lo vi antes de empezar la labor con el pequeño Tamagochi (que tiene diez meses) y ya estoy viendo los buenos resultados: siempre está deseoso de probar cosas nuevas (las que no le gustan las escupe, pero al menos se las metió gustoso en la boca) y para él sentarse a la mesa con sus padres y hermanos es un momento de alegría, y, sobre todo, relajado. No necesitamos más.

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Asturiana, habladora compulsiva, culo inquieto, Licenciada en un par de cosillas y madre de 3 + 3. Los tres primeros son ? ? ? del cielo y los tres siguientes (los mellizos Zipi y Zape y el pequeño Tamagochi), afortunadamente nos dan mucha lata. No soy superwoman, trabajo en equipo con mi Pantuflo. Nadie dijo que fuera fácil... pero ¿y lo bien que lo pasamos?

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