Todos tenemos a nuestro alrededor amigos que no tienen hijos. Y estos amigos que no tienen hijos, cuando los tenemos nosotros, no comprenden por qué desaparecemos del mapa, por qué nos pasamos media vida hablando de los churumbeles, por qué casi nunca llegamos a coger el teléfono y cuando lo hacemos no podemos mantener una conversación fluida sin interrupciones, ni muchas otras cosas. Es normal, probablemente no se imaginan ni por asomo lo que estamos viviendo nosotros.
Y nosotros tampoco los comprendemos a ellos y hasta nos llegamos sentir en algún momento abandonados, pues cada vez nos llaman menos y nos incluyen en menos planes. Desde que nacen nuestros hijos nuestra vida da un giro de 180ºC, se torna de un intenso abrumador y cambian las prioridades, el reparto del tiempo, la calidad del descanso y tantísimas otras cosas… Y a medida que los niños van creciendo, la brecha se va abriendo (aunque confío en que las aguas volverán a su cauce algún día), porque mientras están en un capazo aún puedes ir a comer o a tomar unas cañitas a un sitio normal, pero cuando empiezan a moverse cual demonio de tasmania de los Looney Tunes, sólo son aptos unos pocos sitios, y es imposible mantener una conversación sin que sea interrumpida cada 30 segundos por un «ten cuidado!», «no toques eso», «no muerdas a ese niño», «no te subas ahí», etc.
Se nos olvida muy pronto que en algún momento hemos estado en el otro lado y nos sentíamos fuera de lugar en las conversaciones sobre puericultura.
A nuestros amigos sin hijos les basta con ver una foto de nuestro/s retoño/s de vez en cuando y saber que todo va bien. Cuando nos preguntan «¿qué tal los niños?», no es que formulen una pregunta casi retórica por cortesía para la que no esperan más respuesta que «bien, gracias», pero tampoco son nuestro pediatra y hay mucha información que ni precisan, ni quieren saber. No necesitan un informe detallado del estado de salud de los niños, ni conocer las horas que duermen, las cacas que hacen, si comen todavía puré o ya le dan a la fabada, si les ha salido un diente, si dicen tres palabras o treinta, y si son los más listos de su clase (porque todos los hijos son los más listos de su clase, lo que pasa es que algunos son vagos…). Tampoco necesitan excesiva información sobre cuál es el mejor carrito del año, el colegio más chungo o los mejores Sistemas de Retención Infantil. De la misma forma no les interesa lo más mínimo conocer qué clase de paternidad ejercemos, si hemos adiestrado a nuestros niños para dormir o si practicamos un feliz colecho todos en la misma cama (que nunca llegarían a comprender del todo). A mí se me olvida a menudo que había un YO antes de tener hijos.
Nuestros amigos sin hijos no son padres por uno de estos tres motivos:
1- porque no les apetece lo más mínimo tener bebés, ni ahora ni nunca; con lo que es totalmente comprensible que no necesiten detalles más allá de si afortunadamente mi hijo está sano, mi hijo ya camina, mi hijo ya habla o mi hijo ya va al cole, y si soy muy feliz (o no);
2- porque aún no ha llegado su momento: o bien no tienen pareja o si la tienen no se han planteado ampliar familia de momento: tampoco entenderán la información detallada porque están en otra etapa, quizás les interese tomar recortes para cuando en un futuro se pongan a la labor, pero, nuevamente, es suficiente con proporcionarles información sutil y genérica, salvo que ellos mismos nos pregunten explícitamente más detalles;
3- porque no han podido: o bien llevan unos meses intentándolo y aún no lo han conseguido, o han perdido uno o varios embarazos, o directamente están librando una encarnizada batalla contra la infertilidad: este grupo es el más delicado, y al que más daño le puede hacer un monólogo nuestro hablando sobre lo felicísima que es la vida con hijos o nuestros dramas varios como padres, a buen seguro desearían tener los mismos «problemas» (o al menos eso sentía yo cuando me encontraba en este grupo).
Así que este post se lo quiero dedicar a todos mis amig@s sin hijos, que en su mayoría no leen este blog, y que han tenido que soportarme más de una vez y de dos (y de diez) hablar durante eternos ratos sobre cosas que no les interesan lo más mínimo. Me estoy curando, ¡lo juro! (Menos mal que tengo a mi lado a un padre consciente que me ayuda a refrenar mis ganas de hablar todo el rato de lo mismo). Gracias por aguantarme estoicamente sin torcer el gesto, ya sólo por eso me demostráis que sois buen@s amig@s.
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Creo que hay un tópico que se da mucho, y es pensar que los que no tenemos hijos somos unos frívolos, o nos gusta emborracharnos los fines de semana, y sólo salimos de noche, o odiamos a los niños. Y también dar por hecho que los que tenemos que comprender totalmente al otro somos nosotros, porque "no tenemos obligaciones" "no sabemos lo dura que es la vida" etc. Nada más lejos, ya les comprendemos, pero no nos gusta que nos consideren seres inferiores por no habernos subido (voluntaria o involuntariamente) al carro de la maternidad/paternidad.
Totalmente de acuerdo.
Es una opción personal y nadie tiene derecho a cuestionarla ni a opinar, mucho menos a juzgar
Muchas gracias, es el escrito más empático que he leído hasta el momento sobre los amigos sin hijos. Por fín alguien que se pone en la piel de los que no somos padres. Duele cuando ves que tus amigos con hijos, empiezan a quedar más a menudo con otros amigos con hijos, y no sé por qué regla de tres, deciden no incluirte ya en sus quedadas. Gracias.
Gracias a ti por leerno y dejarnos un comentario 😉
Que razón , tienes… La memoria nos juega malas pasadas. Me gusta tu punto de vista¡,Te dejo mi blog amateur de múltiples por sí te quieres pasar…las múltiples unidas ;)http://bluemarydream.blogspot.com.es/
Hola Blue Mary:
Gracias por pasarte y comentar.
He visitado tu blog… WOW!!!! Enhorabuena por esa super familia, madre mía! La primera entrada que leí fue la de cuando os dicen que vienen tres, los pelos como escarpias. No sé por qué di por supuesto que eras madre de gemelos. Cuando entré en tu blog vi que tenías también una niña mayor por la foto que tiene puesta… Y resulta que se me había escapado el peque de la derecha del todo de la foto! Tuve que volver a mirarla después de leer la entrada para cerciorarme de que estaba leyendo bien… Madre míaaaaa
Las madres de trillizos sois unas diosas… y no digamos ya de trillizos con más hijos.
Desde ya te seguimos, que además tus hijos ya son mayores (qué años tienen?) y tienes mucho que enseñarnos a las que vamos por detrás.
Un beso,
Ana